Artesanías y Oficios Tradicionales


Los oficios tradicionales representan, en especial para una comunidad rural, parte fundamental de su acervo cultural. 

En casos, muchos oficios se pierden, se olvidan o se modifican en razón de los avances técnicos, las transformaciones sociales o los imperativos económicos. Los oficios tradicionales también los llamamos "artesanales" por los métodos ancestrales que emplean. 

A veces se pierden casi sin darnos cuenta o porque no les damos el valor que tienen o que tuvieron en el pasado para tales comunidades. 

Ligados a los oficios están las herramientas y los elementos propios a cada uno. Casi siempre era el mismo campesino o artesano quien los elaboraba. Ahí radica su valor histórico y cultural. Los hacía de una manera básica, pero  funcional, con materiales la mayoría de las veces brindados por el propio entorno natural.

En el tejido de las cobijas, para citar un caso cercano, él, en su casa o "taller" hacía desde el mismo telar, al igual que los husos, urdideras, cañuelas, etc. Las perchas se formaban de cardos sembrados en la estancia familiar, y así lo demás. 

Pero están también otros quehaceres "del campo" a los cuales casi  nunca les damos ese sentido histórico y cultural al que nos referimos: todo lo relacionado con los cultivos, las cosechas, con el ganado, con la preparación de los alimentos, con los molinos  de granos movidos por agua... 

Para hacer el pan, con los antiguos hornos de leña, casi siempre en adobe... Quienes, con utensilios elementales "labraban" las "pilas" en piedra, para abrevaderos del ganado, entre otros usos, como en la construcción de las casas, en sus muros, base de las "columnas", pequeños hornos, etc. 

Ahora, cuando la economía de mercado, la industrialización, nos ha copado y todo se puede conseguir "en la esquina", nos parecerán tareas "fuera de tono", pero no lo eran, digamos hace unos cien años, al recibirse el siglo XX.  La razón es que en ese entonces, más aún en los ambientes rurales, la opción se inclinaba todavía por ser auto suficientes, es decir cuando las familias se veían presionadas a proporcionarse, ellas mismas, la casi totalidad de cuanto requerían en su diario vivir.

De ahí que, incluso desde niños, había personas que se dedicaban a determinado trabajo y en él, llegaban a ser verdaderos "maestros". De la misma forma, por la existencia de un recurso o material, había regiones que sobresalían en la elaboración de un producto  específico.   

En la región andina o central de Colombia, y en Boyacá en particular, la cestería, todo lo relacionado con el fique, la elaboración de "cotizas", o los "cedazos", en marco de madera con crin de caballo que hacen en Tota. También con  madera, quienes daban forma a los "yugos" que unía la "yunta" de bueyes, modelaban las "tablillas" para los becerros, o para hacer  "artesas", "zarandas", o con "aliso" para la estructura interna de las sillas y galápagos en el manejo de  caballos y que en un pequeño porcentaje aún se fabrican en Cuítiva. En fin, una lista siempre para completar.  

Ocurre, de otra parte, que al desaparecer dichos oficios, muchos de sus elementos llegan incluso a ser "desconocidos" o "extraños", pues se olvida hasta su nombre y no se precisa ni cómo ni para qué se empleaban. 

Por eso, sobraría decirlo, para "recuperar" tales prácticas, es importante preservar también todos sus utensilios. Hay algunos tan singulares, que realmente pasan a ser piezas de museo, como ocurre con los "torteros" de piedra, que, en el proceso del tejido de la lana, se acoplaban como pesa en la parte inferior de los husos. 

Precisamente por el material y por su reducido tamaño, de un diámetro no superior a cinco o seis centímetros,  estos "torteros" se conservaron al paso de una a otra generación. De forma admirable, algunos provienen de las culturas indígenas de ancestro muisca, y  junto con las "piedras de moler", son imprescindibles para su estudio, como vestigios arqueológicos.

Algo más, cada oficio  llevaba implícito su propio "léxico".  Palabras y expresiones que sólo manejaban quienes a este se dedicaban. 

También ciertos "cantos", muy dados en el manejo de animales. El "canto del becerrero", en los llanos de Arauca, Casanare y Meta -y parte de Venezuela- aquí en Colombia hasta fue consagrado patrimonio cultural inmaterial. En este ambiente el oficio del "soguero", aquel que "picaba" el cuero del ganado para lograr cuerdas resistentes, un material cada vez más reemplazado por fibras plásticas. El canto de quien preparando la tierra para la siembra, animaba los bueyes que tiraban el arado, un trabajo que casi de repente desapareció por la "facilidad" de los tractores y maquinaria movida por gasolina.     

    Estas labores tradicionales, ancestrales, guardan entonces más de cuanto imaginamos, y para las comunidades que alguna vez las ejecutaron, o que aún ejecutan, tienen un amplio significado más allá de lo estrictamente económico,  como medio de representación social y cultural.  

Por último, como se entenderá, la industrialización y las técnicas cada vez más avanzadas no conllevan en sí a que se pierdan en esencia estos oficios pues, de hecho, cada uno busca "satisfacer" determinados requerimientos humanos. Lo que si sucede, decíamos, es que se modifican como resultado de la producción en serie y la utilización de nuevos materiales, quizás  buscando mayor durabilidad y mejor rentabilidad. Precisamente en dicho proceso es que dejan de ser oficios artesanales. 

Hoy en día, preservar estos oficios se presenta como una alternativa de la economía "creativa", también llamada economía naranja. El sentido es rescatarlos en su valor cultural, haciéndolos una actividad "sostenible", social, económica y por su propia condición, también ambiental. 
  
¿Recuerda o acaso domina algún oficio tradicional, artesanal, conoce sus elementos o utensilios, sabe de sus expresiones particulares de lenguaje?  

Texto: Fernando Díaz Gómez. 12/05/2021
---


Las Artesanías de Iza


Los tejidos en lana y algodón representan uno de los oficios de mayor tradición para los izanos. Su origen se atribuye a un legado de Bochica, el dios civilizador del pueblo Muisca. 

Así, incluso antes de la presencia colonial española, en el pueblo y en todo Boyacá, su gente se destacó como excelentes tejedores de mantas en algodón, las cuales eran objeto preferido como presentes a los caciques y jeques.

Durante el pasado siglo XX,  y ya combinando el algodón nativo con la lana de las ovejas traídas por los europeos, la actividad ocupó un renglón importante en la economía local. Las cobijas de Iza se vendían en los mercados cercanos de Sogamoso, en Bogotá y también en otras regiones de Colombia, en el Tolima, en Antioquia y en especial en la zona cafetera, donde se utilizaban para aligerar el proceso de secado del grano, dada la cualidad térmica de las mismas.

En Iza esta tradición y el oficio aprendido no se pierden con el tiempo.  Se crean diseños y se retoman las prácticas artesanales amigables del Medio Ambiente, por ejemplo al utilizar tinturas de origen vegetal, y al emplear las técnicas de telares ancestrales que no generan contaminación. 

Los actuales tejedores se preocupan por ofrecer variedad sin perder la autenticidad de sus productos, como una ocupación alterna de la llamada "Economía Naranja".



Dayana Angulo - Tejidos Rebancá

Dayana Angulo - Tejidos Rebancá

Dayana Angulo - Tejidos Rebancá

Dayana Angulo - Tejidos Rebancá

Dayana Angulo - Tejidos Rebancá

Texto: Fernando Díaz Gómez. 9/06/2020
                                     
---



Las antiguas construcciones

En esta región de Boyacá, entre los saberes podría decirse, ancestrales, está la construcción de casas en adobe, bahareque o tapia pisada, con cubiertas de paja. Un estilo heredado por supuesto de nuestros antepasados indígenas, pero ya casi extinguido. 

Estaba, por la misma razón, muy ligado a los recursos que ofrecía la naturaleza, pues básicamente se utilizaba además del barro y de la vegetación circundante, la piedra como refuerzo de bases y muros, junto con algunas maderas en el soporte de su estructura.

Fue en esencia el estilo de construcción que hallaron los españoles a su arribo por estas tierras en el siglo XVI. Las llamaban “bohíos” o sencillamente “casas”. Adoptaron el estilo y poco a poco introdujeron modificaciones precisamente como la llamada “teja española”, que curiosamente aún subsiste. Junto a éste, el otro cambio visible fue la variación del esquema rectangular en reemplazo del circular que las caracterizó inicialmente. 

Hoy en día cuando nos encontramos con casas así, casi originales con sus techumbres de paja, no dejan de causarnos admiración y hasta nostalgia. A veces “escondidas” entre bosques de eucaliptos, aún en pie, evidencian su resistencia y en cierta manera nos “hablan” de un pasado que puede superar los cien años. Historias familiares parecen querernos contar.


Texto: Fernando Díaz Gómez, 26/06/2020

                                                               ---

Las Casas de Adobe

P

or su propia condición histórica, la arquitectura en tierra constituye en realidad una categoría dentro del Patrimonio Cultural, no sólo de Colombia, sino a nivel universal. El barro, la madera, los elementos naturales fueron los primeros que sirvieron al ser humano para construir su refugio, su hogar en las difíciles condiciones de los primeros intentos por volverse sedentario, y por lo tanto está asociada al inicio de los centros urbanos, de las ciudades. Es todo un tema para abordar tanto en la perspectiva social, como técnica y hasta artística.

Luego de la declaratoria de Iza como Bien Cultural, en 2002, la arquitecta Mariana Patiño Osorio, especializada en Patrimonio Cultural, dirigió un proyecto de investigación que culminó con la publicación en el año 2006, del libro Las Casas de Adobe. Iza, Boyacá. El trabajo se dio por el convenio de la Corporación Patrimonio Urbano Colombiano, la Alcaldía de Iza y la Universidad Piloto de Colombia. Desde esta universidad, encabezados por el profesor Rubén Hernández Molina, se trasladó un grupo de último semestre de la Carrera de Arquitectura con quienes se hizo buena parte en cuanto a levantamiento de planos, análisis de estructuras y toma de fotografía, entre otros.

Ese libro marcó un derrotero en la docencia de la arquitectura y la investigación sobre las edificaciones  en tierra en Colombia y en otros países, pues como se dijo, esta clase de construcción está presente en la historia universal.

Aun así, en no pocos casos, sobre todo en los antiguos centros urbanos, estas construcciones simplemente se derribaron para dar paso a gigantescas moles de nuevos materiales constructivos. Donde se conservaron, sin embargo, se han hecho parte de la identidad local, pues allí se representa su historia, el recuerdo de sus antepasados.

En nuestro país es cada vez mayor el interés en el tema y surgen experiencias y proyectos que tiene como fin ya no sólo valorar las construcciones en adobe y tapia, sino propender por su cuidado y conservación. Así, encontramos el pasado año 2019 el estudio titulado Evaluación e Intervención de Edificaciones Patrimoniales de uno y dos pisos de Adobe y Tapia Pisada, una publicación conjunta del Ministerio de Cultura,  el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, la Universidad de los Andes y la Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica. El objetivo básico es la atención y el reforzamiento de estas edificaciones frente al riesgo sísmico, del cual ningún lugar de la tierra está exento.

La pertinencia del trabajo no necesita explicarse. Revisando la historia de Colombia, se tiene por ejemplo los grandes daños que produjo el “Terremoto de Popayán” del año 1983 y que alcanzó los 5.5 grados en la escala Richter. El Centro Histórico de la ciudad fue el más afectado, caracterizado precisamente por la gran cantidad de edificaciones en adobe y tapia pisada, las iglesias del tiempo de la Colonia, pero también por casas típicas, museos y otros representativos y orgullo del Cauca y de la nación. De hecho, el estudio pasó a formar parte del Reglamento Colombiano de Construcciones Sismo Resistentes NSR- 10. Decreto 2113 de 25 de noviembre de 2019, del Ministerio de Vivienda Ciudad y Territorio

Imágenes Fundación Nido Verde. Texto: Fernando Díaz Gómez. 7/10/2020